La gente llama enamorarse a cualquier cosa. Menuda idiotez. Yo llamaba enamorarme a ponerme nerviosa sólo con tu presencia. Me ahogo muy fuerte y me tiemblan las manos si te veo. Y grito tanto que no sale ningún sonido de mi garganta. Eres como el humo espeso que hace que chirríen los pulmones. Eres todos los besos no dados del mundo. Salado como el mar y las lágrimas. Y ya me escondo porque podríamos habernos querido. Y sé que no nos quisimos ni nos querremos, pero que se nos aferran las manos al otro si vemos que se va marchando. Quiero abrazarte despacio y que se detenga el tiempo y ni importen las mentiras. Quiero ser tan tuya que me palpite el alma más rápido de lo que gira la tierra. Quiero amarte y amarte, contigo quiero sofás y noches de manta. Y contigo no quiero nada porque te amo y eso hace mucho, mucho daño.
Creo que sólo puedes enamorarte así una vez y que esa vez sepas desde el primer segundo que nunca tendrás a esa persona, porque sólo así funciona ese amor tan amargo, queriéndole tanto como para disfrutar cada segundo porque sabes que puede ser el último. Y lo peor, que probablemente lo sea.
Firmado: Mis impares, mis temblores, mis preguntas inciertas y mis miedos.