jueves, 20 de marzo de 2014

Ven, que te lo cuento.



En el punto exacto en el que no le salían las palabras, tomó aire y siguió escribiendo, simplemente dejándose llevar por sus pensamientos, los acentos que se marcan en el teclado del ordenador, los minutos por la noche en los que el tiempo vuela o se eterniza dependiendo de tus plurales, singulares o inexistencias. 


Odio creerte siempre y eso me hace quererte, en una vorágine de autodestrucción en la que el auto eres siempre tú, transformando las palabras, acortando los prefijos, cambiando las letras. Pitágoras, en cambio, diría que eres números: 7 y 2. 11. Impares, pares. Yo te veo más como los besos y la lluvia, como lo que nunca hicimos y lo que no te atreviste a decirme. CAFÉ Y SOL. Odioso verano.

Apoya tu cabeza contra mi hombro y deja caer la tristeza, que a veces me puedes y te puedo, te puedo, te puedo mejorar. Me tienes a tu merced si me das estos pasos y te muestras vulnerable, como yo siempre te vi si miraba a través de tus ojos. Yo sí que quise no despertarme nunca aquellas mañanas. 

Y te juro (y yo no juro) que te voy a querer hasta que se me desangre el alma de quererte. Que te voy a querer por tus inviernos y por tus mierdas, por lo que lloras y lo que callas. TE JURO que te voy a querer por tus ausencias mucho más que por tus presencias, y que cuando me sienta perdida me acordaré de dónde tienes los huecos cuando sonríes. Y de la palma de tu mano rozándome. Y de tus palabras.

Yo sí. Yo sí que pensaba en lo guapo que eras. Y en cómo no podía ni respirar porque te tenía cerca.

Yo sí que te he querido, y te quiero, y te querré. Yo sí sé lo que es el amor y desconozco el olvido, y sé lo que es el miedo cuando tu boca se cierra. Yo sí, amor, yo sí sé lo que es quererte, más de lo que nunca lo harás tú contigo. También lo de ser valiente.

Yo sí sé arreglarte por los dos.