Hace ya mil años que me sobran los motivos para escribirte mil cartas. De las que añoras que te lleguen al buzón. Porque me da miedo despertarme mañana y saber que no estaré en la cárcel de tus sábanas, aprisionada al paraíso. Y desnuda. Porque sé que mañana no me cogerás la cara y no podré pensar, al tacto de tus manos, que hoy sí puedo con todo. Y con tus manos duermo y me despierto como en una pesadilla y un orgasmo, todo a la vez. De tenerte lejos y saber que no podrás besar mis lágrimas.
Recordar el olor delicioso de tus sombras y el dolor de tus acordes mezclados con cerveza. Que si aspiro ya no recojo tu humo. Y me tiemblan las pestañas sin tus labios en mi pelo, como la tormenta que nos dio la vuelta al reloj e hizo que los días se nos hicieran tan cortos, tan juntos.
Y ya sólo puedo respirar muy despacio, esperando que el destino nos haga reencontrarnos una y otra vez entre sábanas, piel con piel, para notar tu desnudo aprisionado entre mis piernas y gritarle al mundo que nunca sabré cómo pude yo encontrar la felicidad en un instante.
Entre orgasmos y humo. Orgasmos y humo.