martes, 19 de noviembre de 2013

De

Hace ya mil años que me sobran los motivos para escribirte mil cartas. De las que añoras que te lleguen al buzón. Porque me da miedo despertarme mañana y saber que no estaré en la cárcel de tus sábanas, aprisionada al paraíso. Y desnuda. Porque sé que mañana no me cogerás la cara y no podré pensar, al tacto de tus manos, que hoy sí puedo con todo. Y con tus manos duermo y me despierto como en una pesadilla y un orgasmo, todo a la vez. De tenerte lejos y saber que no podrás besar mis lágrimas.

Recordar el olor delicioso de tus sombras y el dolor de tus acordes mezclados con cerveza. Que si aspiro ya no recojo tu humo. Y me tiemblan las pestañas sin tus labios en mi pelo, como la tormenta que nos dio la vuelta al reloj e hizo que los días se nos hicieran tan cortos, tan juntos. 

Y ya sólo puedo respirar muy despacio, esperando que el destino nos haga reencontrarnos una y otra vez entre sábanas, piel con piel, para notar tu desnudo aprisionado entre mis piernas y gritarle al mundo que nunca sabré cómo pude yo encontrar la felicidad en un instante.

Entre orgasmos y humo. Orgasmos y humo.

martes, 12 de noviembre de 2013

Aunque estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Nunca sabré bien cuándo se nos acabó el poema. No sé bien por qué desde el primer instante todo olía a desamor, cómo pude no recrearme nunca enredándome en tu pelo. No sé cómo podíamos oler tanto a miedo.

Si no hemos usado tanto el amor ¿cómo se nos ha roto?

Aún recuerdo las lágrimas de hace un año. Esa mirada al banco donde estabas sentado. El frío de la ciudad helando mis huesos al verte con ella. Una de muchas ellas.

No sé bien cómo te he podido perder sin haberte encontrado nunca. Ni cómo han sobrevivido las mariposas tanto tiempo dentro de mi estómago, si hasta ahí no llegaba oxígeno casi nunca, cuando me congelabas la respiración en primavera.

No entiendo cómo se me ha roto el vestido por otros gemidos. No entiendo cómo la vida no nos ha dado esta oportunidad. Y escucho mi música esperando volver a encontrarte, pero no hay quien encuentre lo indescriptible.

Te he dedicado tantos versos y tantos adioses que ya no sé ni despedirme, y se me han olvidado las lágrimas, amor, porque estoy tan cansada que ya no puedo pensar en ti al despertarme. 

Y dueles, porque dueles más de lo que ha dolido nunca nadie. Y tengo tus mentiras clavadas en el alma y el viento no ayuda a separarlas de mi. Aunque te vea a cada segundo; me escondo. De ti.

No sé cómo todo ha terminado, y el café ya sólo sabe a café, y las terrazas no son más que una terraza más. Que ya ni tiemblo al ver tu balcón, ni tiemblo por si te encuentro.

Amor, pequeño mío, me has herido tanto que nunca, nunca voy a curarme. Pero juro por mi alma, que siempre fue de tus labios, que ya no voy a recordarte.

Porque los besos, de madrugada, con agua de valencia en los labios, carmín escaso y manos temblorosas, ahora sé que han terminado para siempre.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Voy a besarte a oscuras...

que si te miro a los ojos se me puede pegar el miedo que siempre está en ellos.

Y yo soy más de ser valiente.

Voy a leerte a Neruda, a hacerte sentir de cerca lo que significa el amor. Y cuando te asustes de nuevo y huyas, el cielo te gritará sus versos y no podrás evitarme. Y volverás a pensarme con todo ese miedo tuyo.

La vida son portales, besos, mangas arremangadas en puños de acero que aprisionan corazones. La vida es llorar por tu miedo. La vida es reescribirte de madrugada y verte igual en un móvil como en un papel en blanco, donde escribo las líneas rectas como tu rectitud innombrable. Eres rutina, agotamiento, mentira, vino y tabaco. Eres salado como las lágrimas. Eres frío como el acero e inventado como mis cuentos, mis fantasías mas oscuras, dormir con una mano entre las piernas. Calor. Fuego. Y de nuevo frío (como en tu portal). Eres un vestido roto por otras manos, sexo en hoteles con otros hombres, lágrimas en otros hombros y eres pegarme el miedo, a pesar de lo valiente.

Corría por la ciudad para ver el río de noche, agarrada de otras manos, y soñaba con que se parecieran a las tuyas. Corría muy fuerte. No paré nunca. Corrí durante meses y nunca me llegaba a caer del todo. La corriente me dejaba allí, paralizada, presenciando una y otra vez tus ojos y el miedo.

Eres cobarde, cobarde como sólo los cobardes pueden serlo.

Y cuando me levanté, asustada, empapada por el río, por la mano entre las piernas, por el sexo con otros hombres, por las lágrimas con sabor a tu piel. Cuando me levanté seguí corriendo, para que tu pensamiento nunca me alcanzase.