Odio todas las cosas nuevas que empecé a hacer por ti.
Cómo odio la música ésta que me revienta los oídos, no por el ruido, si no porque no la entiendo, está muy de moda. O la forma que tengo de ver un concierto y recordarte a cada segundo.
Cómo odio estas películas tan raras, llenas de frikadas, cosas de Kubrick, la sangre de Tarantino, la ciencia ficción clásica. Los giros de cámara. El cine independiente. Los superhéroes. La fantasía.
Cómo odio esa literatura romántica tuya de Bécquer y Espronceda. Y a Pérez-Reverte. Por no hablar del de las siglas tan mítico, tan típico. Y los cómics de chavales normales a los que les pasan cosas extraordinarias y luchan y vencen.
Cómo odio las series nuevas, de paradojas temporales y flashbacks. Y de médicos. Y de drogas. Y de polis. Y con pocas escenas de amor.
Cómo odio el pintalabios rojo, porque no se te marcaba bien en los labios. Y las escaleras, a esas sí que las odio, más si tienen...ya lo sabes. Cómo odio ese edificio blanco. Y las terrazas, madre. Y el café, odio muchísimo el café, pero no tanto como la lluvia. Y el corsé aquel que me ponía para verte. Y los bares, odio los bares por encima de todas las cosas, especialmente a las esquinas de los bares y a ese rincón y aún más si son bares con escaleras. Cómo odio el cruce que hay al lado de la Plaza Mayor para ir a la calle de Zamora, lo que me recuerda que odio el pelo rojo y las chaquetas largas. Cómo odio el Pan&Cake de Salamanca. Y el paso de cebra de antes de llegar a mi casa. Y mi portal. Y el cabecero de mi cama. Y mi facultad. Y toda la zona de Fonseca, donde los autobuses. Y el piercing de mi nariz. Mi chaqueta de rayas. Mi camiseta de los Rolling. Todos mis vaqueros raídos. Y mi ropa interior.
Pero lo que más, lo que más odio es no verte ya por esta ciudad. Lo que más odio, en realidad, es que no tenemos un café, no hay más bares, no hay más despedida en mi portal, no espero ya a que los semáforos se pongan verdes, cruzo si no hay coches (contigo no, no se me fuesen a agotar los segundos). Lo que más odio es que para ti nunca fui nada. Que tú no recuerdas nada de aquello.
Que te has olvidado de que fuiste tú el primero en besarme.