domingo, 28 de abril de 2013

Arena.

Creí que si igual cedía los recuerdos, dejarían de aplastarme, que si lo recordaba todo durante un segundo, no me quedarían más defectos. Y aún así no puedo parar de pensarte. Siento como si cada una de las partículas del universo estallasen a mi alrededor, y entre tanto caos, yo sólo puedo quedarme paralizada, como aquella primera vez.

O a veces corro. Corro como si cuando fuese a parar, ya nada me persiguiera. Pero no, sigue ahí. Y cuando vuelvo aquí, siento que evadirme deja de ser una opción.

Echar de menos. Y tú de más.

Mi corazón. Como una lata de cerveza. Que te la bebes y al final. Le das patadas sin pensar. 

QUE ME DESQUICIAS, LA CABEZA.

domingo, 21 de abril de 2013

Odio.

Odio todas las cosas nuevas que empecé a hacer por ti. 

Cómo odio la música ésta que me revienta los oídos, no por el ruido, si no porque no la entiendo, está muy de moda. O la forma que tengo de ver un concierto y recordarte a cada segundo.

Cómo odio estas películas tan raras, llenas de frikadas, cosas de Kubrick, la sangre de Tarantino, la ciencia ficción clásica. Los giros de cámara. El cine independiente. Los superhéroes. La fantasía.

Cómo odio esa literatura romántica tuya de Bécquer y Espronceda. Y a Pérez-Reverte. Por no hablar del de las siglas tan mítico, tan típico. Y los cómics de chavales normales a los que les pasan cosas extraordinarias y luchan y vencen.

Cómo odio las series nuevas, de paradojas temporales y flashbacks. Y de médicos. Y de drogas. Y de polis. Y con pocas escenas de amor.

Cómo odio el pintalabios rojo, porque no se te marcaba bien en los labios. Y las escaleras, a esas sí que las odio, más si tienen...ya lo sabes. Cómo odio ese edificio blanco. Y las terrazas, madre. Y el café, odio muchísimo el café, pero no tanto como la lluvia. Y el corsé aquel que me ponía para verte. Y los bares, odio los bares por encima de todas las cosas, especialmente a las esquinas de los bares y a ese rincón y aún más si son bares con escaleras. Cómo odio el cruce que hay al lado de la Plaza Mayor para ir a la calle de Zamora, lo que me recuerda que odio el pelo rojo y las chaquetas largas. Cómo odio el Pan&Cake de Salamanca. Y el paso de cebra de antes de llegar a mi casa. Y mi portal. Y el cabecero de mi cama. Y mi facultad. Y toda la zona de Fonseca, donde los autobuses. Y el piercing de mi nariz. Mi chaqueta de rayas. Mi camiseta de los Rolling. Todos mis vaqueros raídos. Y mi ropa interior. 

Pero lo que más, lo que más odio es no verte ya por esta ciudad. Lo que más odio, en realidad, es que no tenemos un café, no hay más bares, no hay más despedida en mi portal, no espero ya a que los semáforos se pongan verdes, cruzo si no hay coches (contigo no, no se me fuesen a agotar los segundos). Lo que más odio es que para ti nunca fui nada. Que tú no recuerdas nada de aquello. 

Que te has olvidado de que fuiste tú el primero en besarme.

lunes, 15 de abril de 2013

Sigh.

La culpa es de tu silencio, que se me ha enredado en el pelo y me está haciendo daño. La culpa es de tu distancia, de los relojes y del calendario. La culpa es suya y de la falta de besos. La culpa es de los temblores, del miedo. La culpa es de que no quieres y que ya no me dejo. La culpa es de lo que nos falta, de lo que no está ahí. La culpa es de que nos intoxicamos y desintoxicamos con demasiada frecuencia.

La culpa es de los días en los que no te veo.
Los días en los que no me hablas.
Los días en los que tengo miedo.
Los días en los que no hay un "guapa".
Ni tus motes.
Ni tus palabras.
Ni tus tonterías.
Ni mi miedo, ya no sabes que tengo miedo.
A perderte.
A necesitarte.
A tener miedo.
A que no me sepa a la amargura del café.

jueves, 11 de abril de 2013

Le voy a cobrar a tus labios tus miradas.

Podría morir en tu sonrisa y ser feliz. Podría caerme en tus brazos. Podría vivir a base de tus labios eternamente. Creo que sólo con tus besos podría alimentarme. Necesito sentir cómo tus manos rozan mi espalda desnuda. Necesito tus palabras como el oxígeno. Y claro, quieras que no, me hundo, dejo de respirar.

Por lo que yo mato es por hacerte sonreír una vez al día. Por lo que yo mato es por despertarme al lado de esos ojos tuyos.

miércoles, 10 de abril de 2013

Con las ganas.

"No sé qué acabo sucediendo, sólo sentí dentro dardos."

La distancia nos ha matado, cuando estábamos tan cerca. A veces cuesta. La vida se rige por recompensas y contigo están tan lejos. Lo que duele es cuando estás cerca y de repente te alejas de mi vida con más miedo que nunca. Finjo que no me importa y me sabe a amargura. Soplo fuerte, no vaya a ser que me entre el frío, así expulso el aire y te causo terremotos. Y podrías haber hecho algo y yo podría no haber tenido miedo. Y nos ponemos caretas en nuestro día a día. Y las mentiras se enmarañan por mis tobillos, y creo raíces.  Justo entonces me tiembla el pulso y tengo miedo a dormir sola. Y me muerdo el labio hasta que sangre tanto como mi alma. Hiciste daño, te has ido sin decir adiós. Y no tengo derecho a negarme a ello.

Me siento en frente de tu casa, con el miedo, los dos. Y nos vamos corriendo. Y me sabe la boca a tu tierra y se me lían las palabras de Robe, se me lían con el tabaco. Saber que no somos nada, sólo personas que solían conocerse. No sé, ni sabré. El tiempo juega en mi contra.

"Finjo que no sé, que no he sabido, finjo, que no me gusta estar contigo."

Y finjo tan mal. Lo sé todo sobre ti. Tengo miedo a que no seas tú quien me lo enseñe. Y cojo la mano al vacío, a ver si así no me caigo en él. Miro la pantalla sin saber cómo hacerlo. Veo mi vida en pantallas. Y huyo lejos, para que no me pille el reloj como te ha atrapado a ti. Y de repente, me doy cuenta de que no era que yo acabase con esto. Es que nunca ha habido nada con lo que terminar. Y ha terminado sin acciones. Doliendo. Siendo sólo un recuerdo. Y te quiero tatuar mis besos. Pero al final se me tatuaron tus legañas.