domingo, 3 de marzo de 2013

Pero en el fondo soy un sentimental.


Ella se dejó besar por ti, pero no era consciente de lo que significaría tu beso. Para ella, en ese instante, era un triunfo más, otro chico guapo. Pero poco a poco esos labios se convirtieron en obsesión. Envolver sus manos con tu pelo, achicharrarse con el calor de tu pecho, perderse en tus perfectas imperfecciones. Dejó de cobrar sentido, bebía el café como si fueran tus efluvios y el insomnio era poco más que un triste compañero. Detenía sus ojos una y otra vez en la pantalla, esperando descubrir un ínfimo detalle más sobre tu vida. Sus venas se llenaron de tu obsesión. Sus miradas se perdían en el infinito, soñándote. 

Y cuando creía que no podría más, cuando la risa ya no era su compañera y más que risa era carcajada nerviosa; cuando sus manos no soportaban más el frío del teclado, el ardiente té, el áspero chocolate y el humeante cigarro...volviste tú. Con tu cara de salvador, para no rescatarla. Pero ibas con aquella camiseta de manga corta que a ella tanto le gustaba, que se ajustaba a tus brazos. Pero no te habías peinado. Pero la barba era de más de tres días. Pero tus dientes reflejaban una sonrisa de pura publicidad. 

Y por fin, respiró. Pensó en los días impares. Pensó en el Mayo que aún no habías vivido. En la Navidad, en Halloween. En vuestro septiembre ideal. Se acordó del once inicial del partido (once, once más bien doce) ¿Qué nos habrán dado los veintisietes? 

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