Mil hombres recorrieron este camino para anidar en tu ombligo. Las búsquedas. La imperfección. Noches sin recuerdos. Días tan nítidos. Nunca hubo un café tan tardío. Ni unas copas tan agridulces.
Coleccionaba las pajitas. Ella era así: robaba las pajitas de los hombres que le gustaban. Tenía una amplia y colorida colección. Las coleccionaba por los motivos más simples: necesitaba saber que sólo eran un número. Y a veces no recordaba de quién era cada pajita. Hasta que llegó aquella que olía a piel, a la mayor de las tortudulzuras . Se negó a separarse de aquella pajita. Se negó como si fuese su propio cuerpo. Y...¿sabéis a qué sabía?
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