Sus
manos calientes rodeaban su cintura. Se sentía poderosa mientras él
la agarraba. Sus ojos se posaron en la mirada de él. Le amaba cuanto
se podía amar a alguien. Amaba, y para ella no era el hombre
monstruo. Sus diferencias le hacían perfecto. Su sonrisa se agrandó
en cuanto se sintió poderosa. De tenerle a él. De tenerse a ella.
De que el mundo estaría a sus pies. Y amarían, amarían cuanto se
puede amar algo.
En
2011, muy equivocada, Salamanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario